La Sana Doctrina - Parte I

En este episodio quiero introducirlos al concepto bíblico de la Sana Doctrina, especialmente en el Nuevo Testamento; aunque es una verdad transversal de la Escritura.
Para empezar, encontramos en el libro de Los Hechos de los Apóstoles y en las epístolas paulinas, que gran parte del ministerio del apóstol Pablo, estuvo enfocado tanto en proclamar como defender la “Sana Doctrina”. Vemos por ejemplo, en Hechos 11:25-26, como Pablo enseñó con gran diligencia la doctrina a la naciente iglesia de Antioquía, dice: “Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente”. Algún tiempo después, el apóstol viajó a Pafos (Chipre), donde tuvo lugar su primer encuentro registrado con un falso profeta, llamado Barjesús; y por consiguiente, leemos acerca de la vehemente defensa de Pablo. Hechos 13:9-10 “Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, poniendo en él los ojos dijo: Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?
Acontecimientos similares a este, se repiten en Iconio, Listra, Filipos, Tesalónica, y por donde quiera que el Apóstol Pablo ministraba la Palabra del Señor.
Por eso, no es de sorprender que con gran apremio e insistencia, él instara a sus más cercanos colaboradores Tito y Timoteo, a imitarlo en estos menesteres de predicar y defender la Sana Doctrina; llamamiento que hace extensivo también a los ancianos y pastores en las iglesias, y en general a todos los creyentes en la Iglesia del Señor.
Vamos a ver algunos de esos pasajes que dan cuenta de esto:
Tito 2:1 “Pero tú habla lo que armoniza con la Sana Doctrina.”
2 Timoteo 1:13 -14 “Retén la forma de las Sanas Palabras que de mi oíste, en fe y amor que es en Cristo Jesús.“
1 Timoteo 4:6 “Si esto propusieres a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido en las palabras de la fe y de la Buena Doctrina, la cual has alcanzado.”
2 Timoteo 4:2-4 Predica la palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con toda paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la Sana Doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, conforme a sus propios deseos, acumularán para sí maestros, y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a los mitos (a las fábulas).
2 Tesalonicenses 2:15 Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.
Hebreos 13:9 No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia,
2 Juan 1:4 Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre
2 Juan 1:9 Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ese sí tiene al Padre y al Hijo.
2 Juan 1:10 Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!
Judas 1:3 Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.
Además de estos textos, y por ese genuino interés que nos asiste por conocer la verdad; los invito a que revisemos en nuestro estudio privado el capítulo 2 de la segunda carta del apóstol Pedro, será de gran edificación.
En conclusión, Podemos responder al interrogante que planteamos frente a la insistencia por proclamar tener la sana doctrina”, de la siguiente manera: Creemos que asegurar ser poseedor de la Sana Doctrina, provee la reputación necesaria que armoniza con la demanda divina, en la que tanto Pablo como otros escritores bíblicos insisten; pero, es aquí donde aparece el gran pero. ¿Será suficiente con la sola declaración? Vamos a dejar que la biblia nos responda.
Cristo, quien es tanto el autor de la verdad, como la misma encarnación de la verdad; durante su ministerio terrenal tuvo continuas confrontaciones y disputas con los fariseos, acérrimos contradictores de Su doctrina; éstos aseguraban ser los Doctores de la Ley, paladines de la verdad; no obstante, son señalados duramente por nuestro Señor, y públicamente expuestos y desenmascarados. Por qué razón? Por el gran abismo existente entre lo que decían y lo que vivían; en otras palabras, por su notoria hipocresía, por su apariencia de piedad sin eficacia; Jesús los señaló de ser nubes sin agua, dos veces muertos, sepulcros blanqueados, ciegos guías de ciegos; y con otras expresiones en este mismo tenor. Estos acontecimientos que quedaron registrados en las Sagradas Escrituras, nos dan clara cuenta de que la sola expresión, sin una vida, sin un fruto o un testimonio de amor que la respalde, está absolutamente muerta.
Debemos advertir que la expresión “aquí predicamos la sana doctrina,” necesita, para que sea coherente; aprobar en test de veracidad; y esto nos lleva a encarar la tercera pregunta: ¿Cómo discernir la “Sana Doctrina”?
La cual si Dios nos ayuda estaremos resolviendo en nuestro próximo episodio.
Hasta pronto…